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martes, 24 de enero de 2012

∵¦∴ яєυмαs ∵¦∴



¿Quién diría que un dolor tan molesto me traería tan grato recuerdo?


Desde chiquita, cuenta mi mamá, he sufrido de este problema. Me ha dicho que es hereditario, yo no lo sé de cierto, pero supongo que es verdad puesto que mi abuelita dice también ser victima de las reumas. 


En mi definición, las reumas son dolores que suelen darme en los pies o manos a causa del frío o cambios bruscos climáticos, algo así como le pasa a Mexicali con los temblores.


Al principio, la teoría decía que eran solo porqué estaba creciendo y mis huesos dolían, sin embargo; con el pasar de los años descubrimos la farsa al presentar mi personal tormento y saber que era imposible, por mi edad acumulada, seguir creciendo. Además de tener la certeza de que cuando estuve en la edad, me estiré relativamente poco mientras que mis penas fueron bastante frecuentes. Cabe mencionar que mis dolencias nunca me dejarón abandonada al contrario de mis hormonas de crecimiento.


Desde pequeña es que hice gala de mi material genético, retorciéndome y lloriqueando sin medicamento alguno que pudiese calmarme puesto que los analgésicos no me ayudan en lo absoluto a disminuir el dolor. 


Hubo un tiempo donde con "tempra" mitigaban mi mal, pero entonces me hice inmune.


Un día, tenía un trabajo en equipo de la primaria, mentiría si dijese que recuerdo en que grado iba, pero aseguro con total certeza que estaba contentísima al haber quedado en equipo con mi vecino, que a la vez fungía el papel de mi mejor amigo (y único, he de agregar). 


Acordamos hacer la tarea en su casa y en cuanto nos vimos liberados de las clases correspondientes al día corrimos a su habitación donde lejos de hacer tarea nos pusimos a jugar.


Obviamente llegó el momento en que su mami se dio cuenta e inevitablemente nos pusimos a estudiar. 


No pasó mucho cuando sentí encender fuego en mis manos y comencé a berrear lo mas fuertemente posible, como si me hubiese tragado un megáfono, y a retorcerme ante la mirada aterrada de mi compañero de trabajo.


Y es que el dolor me llega tan fuerte y rápido, que aun ya mayor, no puedo evitar hacer escándalo (como si con ello me fuese a sentir mejor... aunque en realidad si me desahogo un poco.) .


Su mamá obviamente salió como bala humana para avisar a la mía que a solo una casa de distancia se encontraba (chismorreando de seguro).


Yo seguía empleando toda mi energía de infante en hacer conocer mi histeria, vociferando "¡Me duele!" mientras Miguel, mi mejor amigo de toda la vida (hasta entonces), me preguntaba que tenía repetidamente y yo hacía caso omiso frotando mis manos y tumbada en su cama. El se arrodilló en una esquina de donde yo me encontraba y sin mas comenzó a llorar casi tan estruendosamente como yo. 


Ciertamente me espanté tanto al verlo que me quedé tiesa un par de minutos en silencio, olvidándome del dolor que me aquejaba y observándolo mas extrañada que cuando descubrimos aquel perro verde detrás de nuestro salón (que ahora he comprendido que fue victima del vandalismo aunado a la grandiosa invención de la pintura en aerosol). Lloró muy recio, lo suficiente para que me tapara los oídos y le mandase a callar. 


Cuando por lo menos bajó el volumen a sus fuertes pulmones le pregunte el porqué de su llanto, ¡la que estaba muriendo era yo! (aun creo fervientemente que estaba muriendo, las reumas son lo peor).


Y el solo me contestó: "Es que ya no quiero que llores, no quiero que te duela y no se que hacer."


Y continuo llorando otro largo rato mas.


Fue gracioso ver el desfile de muecas extrañadas en nuestras progenitoras al entrar a la habitación donde el llanto ensordecedor de mi chiquillo acompañante resonaba junto a mi risilla nerviosa (y burlona, he de admitir)  mientras yo trataba de silenciar a un Miguel que no se dignaba a hacerme caso alguno. 


El dolor se me había pasado y a pesar de ser muy pequeña en ese entonces comprendí que eso era verdadera amistad. 


Por supuesto jamás lo admitiría, y después de que les contase lo acontecido a ambas mamás y de que estas hubiesen soltado suspiros y demás expresiones de ternura, me negué rotundamente a dar el abrazo y el beso en la mejilla que exigían le diese a mi llorón amigo quién inmediatamente dejó el drama para pasar al suspenso y emprender huida al escuchar los perversos planes a con nosotros. 


Siempre recuerdo este episodio cada que me duelen las manos de esta manera, como hoy.


¡Le extraño tanto! ♥ 






Y la verdad es que justo ahora si le daría el beso y el abrazo que se merece por el buen amigo que siempre fue y será para mi. 


La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido.



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