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martes, 11 de octubre de 2011

◙ єsтє αмoяoso тoямєитo...

"...no entiendo tu actitud y parece k lo hago nunca es suficiente."


¿Cuantas veces me han dicho eso? a decir verdad muchas pero aun no logro acostumbrarme. Me duele mucho cuando me dicen eso, no mas por que no me entiendan que por saber, a ciencia cierta, que soy yo la del problema. 


Siempre me ha sido muy fácil intentar entender y someter a análisis las personalidades y acciones de los demás (aunque mayoritariamente con resultados nulos) pero, cuando se trata de mi, se complica más. No me entiendo y no deseo entenderme. La razón: la seguridad de no querer saber razones ni obtener respuestas. No me gustarán, eso seguro. 


Pero dejando eso de lado, ¿realmente pido mucho o no soy especifica al pedir lo que anhelo? ¿mis exigencias rebasan los limites? ¿cuesta tanto mantenerme feliz? ¿realmente se esfuerzan?


No pueden alegar que el mensaje no se entiende, siempre grito fervientemente lo que quiero, literalmente.
Tampoco se me puede acusar de pedir el nilo, básicamente deseo:
*Que me escuchen.*Que me quieran.*Que me acepten. 


Siempre he pensado que lo importante no es entenderse sino aceptarse.

Y a veces no se distinguir, si pido mucho o me conformo con poco. Me siento culpable cuando pienso que exijo cosas imposibles y, al instante me siento furiosa al pensarme conformista, cuando me acecha la idea de que no me son recíprocos. Por que, si de algo estoy segura, es que a esa persona a la que le pido algo, yo le cumpliría hasta el ultimo capricho, lo que me pidiese.
El siempre ha estado por encima de los demás y me duele pensar que yo no.


¡Lo se!, ¡Que pretencioso de mi parte querer ser para el lo primordial! ¡Que aprensión la mía! ¡y que egoísta! que extraño querer hacer de la amistad un trueque. Pero así soy yo. no tengo otra explicación mas congruente. 

Si bien, pareciere que soy una niña emberrinchada, ¿tan malo y pesado es consentir mi actuar? yo lo hubiese hecho por el, sin chistar. 

Pero el, es el y yo, soy yo. La diferencia es tan grande, la empatía tan poca y la condescendencia nula. 

Me sentí tan sola y herida, mi orgullo apaleado, mi vanidad aplastado y mis sentimientos heridos. Tenía tanto deseo de hacerle sentir lo mismo que yo, quería vengarme y pensé que encontraría mi analgésico al lograrlo. Pero el cielo es justo y el karma mi mejor aliado (lo cual significa que también me riñe cuando me equivoco) y no cumplí ninguno de mis objetivos. El bien siempre triunfa, me dijeron, es algo estúpidamente cierto y por ende perdí la batalla que sola comencé y sola terminó. 
Que querer mas terrorista e ingrato tengo para dar. Esa soy yo.

Así que, como es mi costumbre, me puse a leer buscando respuestas. Suena tonto, pero ¿que mejores consejeros que filósofos, escritores, pensadores y poetas?, con frases celebres, poemas y libros todo se entiende mejor. 

Y esta vez mi consejera es Sor Juana Inés de la Cruz ella y yo, estoy segura, ¡hubiésemos tenído una platicas realmente fructíferas!





Este amoroso tormento...

Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve
sé que lo siento, y no sé
la causa porque lo siento.

Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.

Y cuan con más terneza
mi infeliz estado lloro,
sé que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza.

Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca lo miro
yo mismo aparto la mano.

porque, si acaso se ofrece,
después de tanto desvelo,
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.

Y si alguna sin susto
consigo tal posesión,
que cualquier leve ocasión
me malogra todo el gusto,

Siento mal del mismo bien
con receloso temor,
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.

Cualquier leve ocasión labra
en mi pecho, de manera,
que el que imposibles venciera
se irrita de una palabra.

Con poca causa ofendida,
suelo, en mitad de mi amor,
negar un leve favor
a quien le diera la vida.

Ya sufrida, ya irritada,
con contrarias penas lucho,
que por él sufriré mucho
y con él sufriré nada.

No sé en que lógica cabe
el que tal cuestión se pruebe,
que por él lo grave es leve,
y con él lo leve es grave.

Sin bastantes fundamentos
forman mis tristes cuidados,
de conceptos engañados,
un monte de sentimientos;

y en aquel fiero conjunto
hallo, cuando se derriba,
que aquella máquina altiva
sólo estribaba en un punto.

Tal vez el dolor me engaña
y presumo, sin razón,
que no habrá satisfacción
que pueda templar mi saña;

y cuando a averiguar llego
el agravio porque riño,
es como espanto de niño
que para en burlas y juego.

Y aunque el desengaño toco,
con la misma pena lucho,
de ver que padezco mucho
padeciendo por tan poco.

A vengarse se abalanza
tal vez el alma ofendida;
y después arrepentida,
toma de mí otra venganza.

Y si al desdén satisfago,
es con tan ambiguo error,
que yo pienso que es rigor
y se remata en halago.

Hasta el labio desatento
suele, equívoco, tal vez,
por usar de la altivez
encontrar el rendimiento.

Cuando por soñada culpa
con más enojo me incito,
yo le acrimino el delito
y le busco la disculpa.

No huyo el mal ni busco el bien,
porque, en mi confuso error,
ni me asegura el amor
ni me despecha el desdén.

En mi ciego devaneo,
bien hallada contra mi engaño,
solicito el desengaño
y no encontrarlo deseo.

Si alguno mis quejas oye,
más a decirlas me obliga
porque me las contradiga,
que no porque las apoye.

Porque si con la pasión
algo contra mi amor digo,
es mi mayor enemigo
quien me concede la razón.

Y si acaso en mi provecho
hallo la razón propicia,
me embaraza la justicia
y ando cediendo el derecho.

nunca hallo gusto cumplido,
porque, entre alivio y dolor,
hallo culpa en el amor
y disculpa en el olvido.

estro de mi pena dura
es algo del dolor fiero;
y mucho más no refiero
porque pasa de locura.

Si acaso me contradigo
en este confuso error,
aquél que tuviere amor
entenderá lo que digo.




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